Debo decir que escribir una reseña sobre este libro me
resulta harto difícil, porque si el diccionario nos define “reseña” como una
narración sucinta, y sucinta nos refiere a ceñirnos a la obra que reseñamos, no
sé cómo resumir en pocas líneas una obra que me ha suscitado tantos temas de
interés y polémica que podría redactar páginas y páginas sin descanso.
Voy a tratar de empezar por el principio. James Rhodes es,
por si no lo conocéis, uno de los pianistas británicos con más fama a nivel
mundial; alguien que se ha atrevido a acercar el estricto, formal y exclusivo
mundo de la música clásica al gran público, a los jóvenes, a la gente que no
tiene “ni idea” de música clásica. Un tipo que habla sobre la vida de los
intérpretes clásicos en sus conciertos, a los que se puede ir vestido de la
forma en que uno se encuentre más cómodo y donde se puede comer, beber y hasta
aplaudir entre los distintos movimientos de una misma pieza.
A sus casi 40 años decidió contar su historia en forma de
obra literaria y, para que os hagáis una idea, así resume él su narración:
“Me violaron a los seis
años.
Me internaron en un
psiquiátrico.
Fui drogadicto y
alcohólico.
Me intenté suicidar
cinco veces.
Perdí la custodia de mi
hijo.
Pero no voy a hablar de
eso.
Voy a hablar de música.
Porque Bach me salvó la
vida.”
No es un libro sobre los abusos sexuales que Rhodes sufrió
desde los 6 a los 11 años por parte de su profesor de educación física, no se
trata de hacerse la víctima, de pensar que todo lo malo que ha tenido que vivir
ha sido por culpa de eso. Se trata de entender cómo a uno pueden robarle la
infancia de la forma más brutal y, aun así, seguir siendo un ser humano. A él
le salvó la música: un niño con un talento excepcional para la música, con una
inteligencia superior que le ayudó a soportar lo más indigno de su ser pero
que, a la vez, le condenó a la autodestrucción.
Si alguna vez habéis sentido que estáis viviendo una
situación límite, Rhodes nos dice que todavía hay otro límite un poco más abajo
que podemos soportar, y que la manera de soportarlo es pensando que por debajo
de eso todavía hay algo peor. Y que lo único que nos mantendrá a flote son dos
cosas: la emoción y el amor. La emoción por un sueño que queremos ver
realizado, por algo que nos mueve y nos conmueve, que nos impide convertirnos
en piedras, que nos hace sentir amor, en cualquiera de sus formas.
Rhodes inicia cada uno de los capítulos de Instrumental, a los que él llama “temas”,
hablando sobre cada una de sus piezas favoritas y de sus compositores. Es un
ejercicio muy interesante, ya que humaniza a todos esos autores clásicos que
creíamos genios pero que no eran más que supervivientes: el bullying dieciochesco que sufrió Bach,
la depresión de Schubert, los insultos que soportó Chopin por su
“amaneramiento”, etc. Existe en Spotify
una lista de reproducción (ahora se ve que se dice Playlist) de todas las obras de las que habla en su libro. Vale la
pena escucharlas después de conocer un poquito la historia que se esconde tras
su composición. También podéis ver en YouTube varias interpretaciones del
propio Rhodes de algunos de estos temas.
Instrumental, si decidís leerlo, no os dejará
indiferentes. Estoy convencida de que generará en vosotros sensaciones y
emociones encontradas: alegría, tristeza, miedo, dolor, compasión, felicidad,
ternura, vergüenza, rabia, amor… Si sois valientes, merecerá la pena el
esfuerzo.
Vale la pena ver también la entrevista que ofreció a RTVE en el programa "Página Dos".
Vale la pena ver también la entrevista que ofreció a RTVE en el programa "Página Dos".