sábado, 8 de octubre de 2016

Instrumental, James Rhodes

Debo decir que escribir una reseña sobre este libro me resulta harto difícil, porque si el diccionario nos define “reseña” como una narración sucinta, y sucinta nos refiere a ceñirnos a la obra que reseñamos, no sé cómo resumir en pocas líneas una obra que me ha suscitado tantos temas de interés y polémica que podría redactar páginas y páginas sin descanso.

Voy a tratar de empezar por el principio. James Rhodes es, por si no lo conocéis, uno de los pianistas británicos con más fama a nivel mundial; alguien que se ha atrevido a acercar el estricto, formal y exclusivo mundo de la música clásica al gran público, a los jóvenes, a la gente que no tiene “ni idea” de música clásica. Un tipo que habla sobre la vida de los intérpretes clásicos en sus conciertos, a los que se puede ir vestido de la forma en que uno se encuentre más cómodo y donde se puede comer, beber y hasta aplaudir entre los distintos movimientos de una misma pieza.

A sus casi 40 años decidió contar su historia en forma de obra literaria y, para que os hagáis una idea, así resume él su narración:

“Me violaron a los seis años.

Me internaron en un psiquiátrico.

Fui drogadicto y alcohólico.

Me intenté suicidar cinco veces.

Perdí la custodia de mi hijo.

Pero no voy a hablar de eso.

Voy a hablar de música.

Porque Bach me salvó la vida.”

 

No es un libro sobre los abusos sexuales que Rhodes sufrió desde los 6 a los 11 años por parte de su profesor de educación física, no se trata de hacerse la víctima, de pensar que todo lo malo que ha tenido que vivir ha sido por culpa de eso. Se trata de entender cómo a uno pueden robarle la infancia de la forma más brutal y, aun así, seguir siendo un ser humano. A él le salvó la música: un niño con un talento excepcional para la música, con una inteligencia superior que le ayudó a soportar lo más indigno de su ser pero que, a la vez, le condenó a la autodestrucción.

Si alguna vez habéis sentido que estáis viviendo una situación límite, Rhodes nos dice que todavía hay otro límite un poco más abajo que podemos soportar, y que la manera de soportarlo es pensando que por debajo de eso todavía hay algo peor. Y que lo único que nos mantendrá a flote son dos cosas: la emoción y el amor. La emoción por un sueño que queremos ver realizado, por algo que nos mueve y nos conmueve, que nos impide convertirnos en piedras, que nos hace sentir amor, en cualquiera de sus formas.

Rhodes inicia cada uno de los capítulos de Instrumental, a los que él llama “temas”, hablando sobre cada una de sus piezas favoritas y de sus compositores. Es un ejercicio muy interesante, ya que humaniza a todos esos autores clásicos que creíamos genios pero que no eran más que supervivientes: el bullying dieciochesco que sufrió Bach, la depresión de Schubert, los insultos que soportó Chopin por su “amaneramiento”, etc. Existe en Spotify una lista de reproducción (ahora se ve que se dice Playlist) de todas las obras de las que habla en su libro. Vale la pena escucharlas después de conocer un poquito la historia que se esconde tras su composición. También podéis ver en YouTube varias interpretaciones del propio Rhodes de algunos de estos temas.

Instrumental, si decidís leerlo, no os dejará indiferentes. Estoy convencida de que generará en vosotros sensaciones y emociones encontradas: alegría, tristeza, miedo, dolor, compasión, felicidad, ternura, vergüenza, rabia, amor… Si sois valientes, merecerá la pena el esfuerzo.

Vale la pena ver también la entrevista que ofreció a RTVE en el programa "Página Dos".

 

miércoles, 31 de agosto de 2016

Corazón tan blanco, Javier Marías


Hace ya bastantes años, tendría yo veintitrés o veinticuatro, una buena amiga me regaló por mi cumpleaños el volumen Mano de sombra de Javier Marías; en él se recogían, según sus propias palabras, “dos años de tareas dominicales que prueban mi nula disposición a santificar las fiestas”. Fue mi primer contacto (literario) con el autor y debo decir que quedé más que gratamente sorprendida.

Luego vinieron otros títulos y nunca, jamás, me defraudó ninguna de sus novelas (aunque sí alguno de sus artículos). Y mi conclusión no es otra que Javier Marías es Javier Marías. Ni más ni menos. Te puede gustar hasta la veneración o le puedes aborrecer hasta lo indecible, pues su estilo es muy particular, nada fácil, profusamente minucioso y profundamente complejo.

Corazón tan blanco (1992), dicen los expertos, con Elide Pittarello al frente de todos ellos, es la obra maestra de Marías, la que supuso su madurez literaria, la que le consagró como autor de culto internacional: de hecho, es uno de los pocos escritores españoles que ha sido incluido en la prestigiosa colección Modern Classics de Penguin. Yo no tengo el criterio suficiente para afirmar si eso es cierto o no, pero sí puedo decir como lectora que es una obra que lo abarca todo y nada. Si tengo que resumir su argumento puede parecer la novela más sosa con la que jamás me haya encontrado, pero Marías, como decía antes, es Javier. Y quien lee Corazón tan blanco no busca tramas trepidantes, giros inesperados, sorpresas que nos corten la respiración, ni héroes ni heroínas que salen adelante en medio de un océano de dificultades, ni epopeyas, ni odiseas modernas. No. Quien lee a Javier Marías encuentra pensamientos, reflexiones de personas como tú y como yo, cuya vida ni siquiera se acerca a lo interesante, a quienes les ocurren cosas de lo más insignificantes o directamente no les ocurre nada. Pero detrás de ese nada, de esa insignificancia, de ese vivir anodino, Marías nos lleva por los caminos del análisis del alma humana, los motivos que nos llevan a actuar de determinada manera, la grandeza y la mezquindad de nuestros actos, la voluntad que hay detrás de cada acción, la elección de los términos a la hora de hablar, los derroteros que puede tomar una existencia por una palabra dicha a destiempo.

Ésta es su grandeza: hacer de la nada, todo.

También es interesante, sobre todo para aquellos anglófilos que, como Javier Marías, veneramos la obra de Shakespeare, mencionar las constantes referencias a la obra del Bardo. Sin ir más lejos, el título de esta novela es parte de uno de los versos de Macbeth, “My hands are of your color, but I shame to wear a heart so white”, pronunciado por Lady Macbeth. De igual manera, la última novela de Marías (para mí, esta vez sí, una obra maestra sin parangón) Así empieza lo malo (2014), es también parte de un diálogo de Hamlet en el que éste le dice a Gertrude “Thus bad begins and worse remains behind”.

Sumergirse en el universo literario de Javier Marías no es sencillo, pero una vez se hace es difícil encontrar autor que proporcione tal hondura en nuestra idiosincrasia, al menos en la mía.

martes, 23 de agosto de 2016

Jardí a l'obaga, Blanca Busquets


Hay infinidad de novelas que tratan sobre casas y sus jardines, en las que estos dos elementos son protagonistas indiscutibles de la historia y en las que su trama principal y sus subtramas se relacionan de una forma u otra con ellos. Ahora me viene a la cabeza Kate Morton, la autora australiana que en todos y cada uno de sus best-sellers incluye, sin excepción, una casa y un jardín. Pero hay muchos más ejemplos, el mejor de los cuales y con diferencia es, para mí, la obra maestra de la genial autora catalana Mercè Rodoreda, Mirall trencat (1974).

En este caso, Blanca Busquets también nos presenta un jardín y una casa, por este orden, en una población ficticia de la meseta central catalana, la Carena, pero fácilmente reconocible. Desde la actualidad, Aniol, de 90 años, es el narrador de una historia que empieza en los años treinta, antes de la Guerra Civil, cuando él es un muchacho enamorado de su vecina, Mireia, una joven engreída y caprichosa que aspira a mucho más que a quedarse en el pueblo y que no se resigna a ser considerada la hija de unos payeses. Ella, se dice a sí misma, se merece mucho más. Y ese futuro soñado se le presenta en la forma del hijo de los señores de Barcelona, dueños de la mejor casa del pueblo, cuyo jardín, diseñado según los designios modernistas de las mejores torres de Barcelona de principios de siglo, es la envidia de propios y extraños. Y así, el pobre y enamorado Aniol ve como la chica de sus sueños se lanza a los brazos del señorito Emili sin tener tiempo ni siquiera de abrir la boca, ya sea para protestar, gritar o llorar.

Los años pasan y ella se convierte en la señora Mireia, que ahora vive en Barcelona y pasa la Semana Santa y los veranos en su gran casa de la Carena, cuyos masovers son Aniol y su mujer, Fina. Y asistimos a una historia de amor platónico en la que Aniol es incapaz de arrancarse del pecho ese anhelo por su señora, quien lo trata con condescendencia, desprecio y altivez, pero al que utiliza a su conveniencia cada vez que necesita algo de él.

Me pregunto qué lleva a las personas a adorar aquello que nos vilipendia, a perdonar los actos más mezquinos cometidos por las personas que creemos amar, a justificar la maldad de seres inmorales bajo el argumento del amor. Por qué nos comportamos como lo que despreciamos cuando creemos que vamos a lograr lo que ansiamos. Éstas son las preguntas que me he formulado a lo largo de esta lectura.

Pero a la vez, la autora, a través de la voz de Aniol, nos lleva de la mano por la historia de nuestros padres y abuelos, individuos que vieron y vivieron la vida desde un lugar privilegiado: el de las personas que vencieron el miedo, la dificultad y las penurias con las únicas armas que tenían: la generosidad, el tesón y la integridad, valores de los que hoy, tristemente, adolecemos.
 
Acerca de la autora:
Blanca Busquets (Barcelona, 1961), es escritora, periodista y filóloga.
La letra escrita ha marcado su vida. A los doce años escribió su primer cuento, y desde entonces, escribir se convierte en el eje central de su vida.
Ha publicado diversas novelas: Presó de neu (Proa, 2003); y, con la editorial Rosa dels Vents, El jersei (2006), Tren a Puigcerdà (2007), Vés a saber on és el cel (2009) [A saber dónde está el cielo, 2009], La nevada del cucut [La nevada del cuco, 2012], La casa del silenci [La casa del silencio, 2013] y Paraules a mitges (2014). Su última novela, Jardí a l'obaga (2016), vuelve a publicarse en la editorial Proa. Sus novelas han sido traducidas al castellano, italiano, alemán, ruso, noruego, polaco y francés.
Como periodista, trabaja desde 1986 en las emisoras de Catalunya Ràdio y ha realizado varios programas. También ha trabajado de redactora en TV3 Televisió de Catalunya durante siete años. 
 
 
 
 
 
 

 

miércoles, 17 de agosto de 2016

El armario de la ginebra, Leslie Jamison


El armario de la ginebra (The Gin Closet) es un libro que me dejó una profunda huella: las historias entorno al alcoholismo suelen ser duras y ésta no lo es menos.

La muerte de la abuela Lucy saca a la luz una silenciada tragedia familiar que afecta directamente a tres generaciones de mujeres profundamente heridas. La más joven, Stella, descubrirá que su madre tiene una hermana y su abuela, otra hija, Tilly, cuya existencia ha sido ocultada como una maldición, o una enfermedad. Descubrir que tiene una tía a la que nunca ha conocido sirve de excusa a la joven Stella para abandonar su vida gris y sin horizonte (todos necesitamos un horizonte hacia el que dirigirnos, aunque por el camino cambiemos de rumbo y de destino) y emprender la búsqueda de esa mujer maldita.

Con ella asistimos a la crudeza del proceso de autodestrucción de Tilly, nos impacta, nos duele y entristece de una forma que, a la vez, es bella, ya que el lenguaje empleado, la delicadeza de los sentimientos y la descripción del ambiente hacen que la narración sea fluida y agradable a pesar de lo descarnado de la historia. Es una narración a dos voces: la de la joven Stella, que quiere salvar a Tilly, y la de Tilly, que quiere ser salvada por Stella pero a la que no quiere arrastrar en su implacable descenso al abismo.  Es la historia de una angustia lenta y constante contada de manera bella y sensible.
 
Acerca de la autora:
Leslie Jamison, nacida en Washington D. C., creció en Los Ángeles y ha vivido en Iowa, Nicaragua, New Haven y Nueva York, donde ha trabajado como camarera, panadera, profesora, administrativa y actriz. Estudió en la Universidad de Harvard y en el Iowa Writers’ Workshop. Ha publicado la novela El armario de la ginebra (finalista del Los Angeles Times Book Prize) y los ensayos de El anzuelo del diablo (Premio GraywolfPress de no ficción 2010). Algunos de sus textos han sido publicados en diversas revistas, como Harper’s, Oxford American, A Public Space, Virginia Quarterly Reviewy The Believer, y es columnista en The New York Times Book Review. Actualmente cursa un doctorado en la Universidad de Yale y ultima su tesis acerca de las narrativas sobre la adicción en la escritura y la cultura americanas del siglo XX. Vive en Brooklyn.
(Fuente: Editorial Anagrama)
 
 
 
 
 

domingo, 14 de agosto de 2016

84, Charing Cross Road, Helene Hanff

 
Hace unos días leí este maravilloso librito. Me habían hablado de él: que si se leía en una tarde, que si es una lectura fácil, que si había una película con Anthony Hopkins y Anne Bancroft; bla, bla, bla…
La cuestión es que quise leer 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff, porque trataba de cartas, de una librería, de Londres, de Nueva York y de dos personas unidas por su inmenso amor a los libros. Todos esos temas me interesan por muy diversas razones y porque sintetizan una manera de sentir la vida que comparto.
El argumento seguro que lo conocéis, es sencillo y sincero, sin tramas, dobleces, giros, esquinas, cantos, secretos o misterios: corre el año 1949; Helene es una mujer que malvive en Nueva York escribiendo lo que le piden. Siente tal pasión por los libros clásicos que, desesperada por no encontrar en su ciudad librería o biblioteca que le suministre lo que quiere, decide responder a un anuncio en el periódico en el que una librería de Londres se define como “especializada en libros agotados”. Así empieza una relación epistolar con Frank Doel, librero de Marks & Co., que durará veinte años.
El libro no es más (ni menos) que el conjunto de cartas que ambos se enviaron a lo largo de ese tiempo. No son cartas de amor, ese amor rancio entre dos personas que no se conocen pero que se escriben ardientes palabras y que maldicen al destino por no haberlos unido, ni hablar. Son cartas en las que sí se habla de amor, pero por los libros, por los grandes autores, por la literatura clásica, por las librerías, por esa sed de encontrar entre las páginas de esos libros lo que no somos capaces de hallar en nuestra vida gris y mundana. En cómo la literatura nos libera de la soledad, en la compañía desinteresada que nos proporcionan los libros…
Y también, de una manera más sutil, esta historia nos hace reflexionar sobre cómo vamos postergando nuestros sueños y deseos, cómo van quedando enterrados bajo las urgencias del día a día, cómo nos engañamos pensando en que ya habrá tiempo para hacer aquello que tanto anhelamos, hasta que un día nos despertamos conscientes y aterrados porque nos hemos dado cuenta de que ese tiempo ya pasó.

La muerte del padre, Karl Ove Knausgard


 

Descubrir a Karl Ove Knausgard como escritor ha sido todo un acontecimiento. Hace siete años, este autor noruego emprendió un descabellado proyecto en el que se propuso relatar su vida en seis volúmenes; lo llamó Min Kamp (Mi lucha) y La muerte del padre (Bok 1) es el primero de estos seis libros. Knausgard puso el punto final a esta magnum opus en otoño de 2011, aunque en España sólo se han publicado los primeros cuatro volúmenes hasta la fecha.


En este viaje sin parangón encontramos a un Proust contemporáneo en busca de su tiempo perdido, a un hombre embarcado en una odisea interior que lucha por sobrevivir a sus frustraciones y por reconciliarse con su pasado. Nadie como Knausgard es capaz de desmenuzar hasta lo más exiguo los recuerdos, las emociones, los sentimientos y el dolor que le provoca la vida, es un maestro de la disección, explora hasta el último recodo de sus experiencias por si así puede hallar un poco de consuelo o de sentido a su existencia.

En La muerte del padre nos adentramos en la relación del autor con su padre alcohólico, un hombre que en sus últimos años se emborracha hasta morir convertido en un despojo. La muerte de su padre nos lleva a conocer a un Karl Ove joven: el muchacho que va al instituto y que conoce por primera vez el amor, el sexo, el alcohol; el chico que ama la literatura y siente pasión por la música rock; el adolescente serio y angustiado que vive con una madre cariñosa pero ausente y un padre iracundo, imprevisible y distante al que odia “como sólo se puede odiar a un padre”.
 

“… Y en mi caso, ¿quién había sido mi padre para mí?
Alguien cuya muerte había deseado.
Entonces, ¿por qué todas esas lágrimas?”
 


Es muy difícil describir las sensaciones que me produjo leer cómo Knausgard nos relata la relación con su padre, ese pozo negro del que no sabe cómo salir, cómo creyó que la muerte de ese progenitor odiado le proporcionaría alivio y comprensión, pero que sin embargo no hizo más que ahondar en ese infierno que fue su infancia, las nuevas preguntas que su ausencia trajo, cómo éstas afectan a su percepción como hombre adulto que es ahora, cómo condicionan su rol como padre.

Si La muerte del padre nos cuenta la relación de Knausgard con su padre, Un hombre enamorado, el segundo libro, nos relata su vida conyugal; el tercero, La isla de la infancia, nos trasporta a los primeros años de la vida de Karl Ove. Bailando en la oscuridad, el cuarto volumen publicado poco antes del verano, nos lleva a conocer a un Karl Ove que, con 18 años, se enfrenta a su primer trabajo como maestro y a su recién descubierta pasión: escribir.
Esperaré con impaciencia los dos volúmenes restantes, pues con los cuatro primeros ya he podido constatar que este autor noruego es un escritor brillante, que está muy alejado del circuito comercial de libros y que, sin embargo, ha logrado llegar a millones de lectores en todo el mundo.
 
 
 
 

 

Stoner, John Williams

 
 

Esta es la historia de William Stoner, hijo de unos campesinos de Misuri, nacido a finales del XIX y enviado con gran esfuerzo por sus padres a la universidad para que estudie en la Facultad de Agricultura.

Allí, y tras las palabras que su profesor le dirige: “El señor Shakespeare la habla a través de 300 años, señor Stoner, ¿le escucha?”, se siente irremediablemente atraido por la literatura y decide dedicar su vida a ella, convirtiéndose en profesor en la Universidad de Misuri.

A priori es una historia sencilla: la de un hombre que va a una Universidad a principios de siglo y se convierte en profesor, pero es mucho más que eso. Es una joya, una maravilla de novela o, como leí por ahí, una obra maestra ignorada (se publicó en 1965).

Con qué profundidad narra Williams las pequeñas decepciones de la vida, los errores que se cometen, las malas decisiones que se toman, los dramas minúsculos… una vida aparentemente pequeña, la del profesor Stoner, pero inmensa y honda si sabemos ver más allá de la superficie. Es también una historia de cómo las convenciones sociales acaban por aniquilar la parte más hermosa de la vida, de cómo condicionan la felicidad, de cómo el cúmulo de sinsabores que se van amontonando a lo largo de la existencia de Stoner acaban por convertirlo en un hombre fracasado pero, ¡con qué grandeza se enfrenta a su final!

Es una novela que no me cansaré nunca de recomendar.
 

La casa de los dioses de alabastro, Magdalena Lasala



La casa de los dioses de alabastro narra la historia de la familia Zaporta: Gabriel Zaporta y su esposa Sabina de Santángel vivieron en la Zaragoza del siglo XVI. Él fue uno de los comerciantes más poderosos de la época y su ascendencia judía no le impidió acceder a la nobleza y financiar obras particulares de una riqueza artística destacada incluso en la preciosa Zaragoza renacentista, a la que llamaban “la Florencia española.”

Tras su matrimonio con Sabina de Santángel, también de familia de mercaderes judeoconversos, se comenzó la remodelación de la Casa Zaporta, que consistió básicamente en la construcción de un nuevo patio en estilo renacentista aragonés labrado con gran riqueza: la decoración de las columnas antropomórficas y las escenas mitológicas conformaban una simbología astrológica en la que se deseaban los mejores augurios y se expresaba el horóscopo favorable del reciente matrimonio.

Y es a este magnífico patio a donde Magdalena Lasala nos traslada para contarnos una historia mágica protagonizada por una casa llena de secretos y unas mujeres poderosas e inolvidables que conforman la estirpe de las mujeres Santángel.

“Fue norma en la familia Santángel que las mujeres nacidas ya cristianas llevaran los nombres de las ajusticiadas por la Santa Inquisición para completar las vidas de aquellas…”

En un tiempo en que el paganismo, los orígenes judíos y el poder femenino son incansablemente perseguidos y duramente castigados por el Santo Oficio, estas mujeres deberán luchar para escapar de la maldición que las persigue y para ello tendrán que descifrar los mensajes que el joven Jabir, arquitecto del patio de la casa, ha dejado tallados en sus columnas y paredes de alabastro donde, se dice, está escrito el destino de la familia y el futuro de la propia ciudad de Zaragoza.

La mezcla de realidad y ficción que nos ofrece Magdalena Lasala en esta novela es simplemente perfecta: nos transporta a un lugar que existió y existe, nos presenta a unos personajes que vivieron allí y nos envuelve en una trama elegante que culmina con el fin de todo el esplendor de una ciudad y de una era, narrado con un lenguaje casi poético y con una sensibilidad que nos posará un velo de nostalgia en el corazón.

Conocí a Magdalena cuando yo era una niña de apenas 10 años y ella una joven que veraneaba en la casa de enfrente a la de mi familia. Durante más de 20 años nos encontramos cada verano en el mismo lugar. Tuve el privilegio de ser la receptora de sus primeras publicaciones literarias: me las daba en mano o me las enviaba puntualmente y cariñosamente dedicadas. Su trayectoria como autora desde aquellos primeros cuentos, fábulas y poemas ha sido imparable y hoy es una de las más reconocidas y valoradas escritoras de novela histórica en España.

También es poeta y dramaturga y quiero recomendar encarecidamente sus poemarios Frágil sangrante frambuesa y Arderé en el exilio de tu cuerpo.
 
 
 

El libro de los padres, Miklós Vámos



¿Qué sabemos de Hungría? Sí, es un país de la otrora llamada Europa del Este; tiene una capital cuyo nombre es la unión de dos ciudades unidas y separadas a la vez por el gran Danubio; Budapest es un destino turístico bastante común, y… bueno, más o menos eso.

¿Qué sabemos de la historia de Hungría? Sí, algo nos suena de unos tanques soviéticos entrando en Budapest allá por 1956 para aplastar, metafórica y literalmente, aires de cambio y libertad. Poco más.
Los aficionados a la música clásica conocemos a Franz Liszt, a Béla Bartók y algún que otro nombre difícil de pronunciar.
Y, ¿qué sabemos de la literatura húngara? Prácticamente nada. Pues hace unos años cayó en mis manos un libro de un tal Miklós Vámos, reconocido autor húngaro que debutaba en España en el año 2000 con su novela El libro de los padres (Apák könyve). Tiene un argumento de lo más interesante:
“Corre el año 1705 y Cornelius Csiliag vuelve a pisar el suelo de Hungría después de muchos años de exilio. Ahí, en esa tierra húmeda que aun huele a odio, el hombre esconde un tesoro y escribe las primeras palabras de un diario que irá pasando de padres a hijos, cabalgando los años hasta llegar a nuestros días.
La familia va creciendo a lo largo del tiempo, pero un hilo secreto une a los varones primogénitos, que tienen la facultad de recordar el pasado más lejano y entrever imágenes del futuro. Sus recuerdos, pesadillas y desvaríos quedarán grabados en El libro de los padres, unas páginas donde las historias se engarzan y los cuerpos vibran, donde la locura anda a sus anchas por palacios y campamentos de guerra, mientras las manos de las mujeres crían hijos y los hombres acunan sueños.
Cuando Míklos Vámos quiso escribir esta novela, la intención era volver a los orígenes de su propia familia, pero la imaginación lo llevó mucho más lejos, y así acabó contándonos la Historia de Hungría y la Historia de Europa.”
Este libro es un espléndido ejercicio de memoria convertido en gran literatura. A través de las múltiples historias de sus personajes aprendemos muchísimo sobre la historia y la cultura de Hungría, y recorremos, capítulo a capítulo, cada época de los trescientos años que abarca este interesante periplo.

A History of Loneliness, John Boyne


 
En octubre de 2005 una investigación del Gobierno irlandés en una diócesis del condado de Wexford desveló más de cien abusos a menores por parte de curas católicos: fue el Informe Ferns que, a lo largo de sus 271 páginas, denunciaba a 21 de los sacerdotes que habían estado trabajando en la diócesis entre 1966 y 2002.

Unos años después, en mayo de 2009, el escándalo de los curas pederastas en Irlanda nos estalló en la cara cuando la Comisión Investigadora de Abusos de los Niños en Irlanda reveló, tras casi diez años de investigación, cifras escalofriantes: se habían recogido más de 2.000 testimonios que relataban abusos físicos y sexuales por parte de sacerdotes. Este fue uno de los mayores casos de reconocimiento de los abusos sexuales de la Iglesia Católica en una investigación que abarca más de 35.000 niños en un período de 60 años.

“Irlanda está podrida. Podrida hasta la médula. Lo siento, pero ustedes, los curas, la aniquilaron.”*

John Boyne admitió sentirse avergonzado de ser irlandés y alzó su voz contra la Iglesia católica, la jerarquía eclesiástica y, sobre todo, contra su país en esta punzante y apasionada novela que constituye un estudio de los efectos perversos del poder en una Irlanda que puso el buen nombre de la Iglesia por encima del sufrimiento de miles de niños. 

El Padre Odran Yates, el principal personaje de esta historia de soledad, entra en el seminario con 17 años convencido de que su vocación es verdadera: así se lo ha dicho su madre. A lo largo de los años, primero en el seminario y más tarde en las diferentes diócesis, su fe empieza a mostrar una fina grieta que se irá agrandando. Se esconde a sí mismo aquello que no quiere ver y nos relata su propia crónica con una aparente actitud despreocupada e indiferente, pero que omite muchos datos. Y es a partir de esta omisión que Boyne construye su relato y nos muestra que lo que Odran considera su inocencia también puede ser vista como ignorancia intencionada.  Y es que ya Santo Tomás de Aquino consideraba la “ignorancia intencionada” un grave pecado contra la fe, un pecado al que el Padre Odran finalmente tiene que enfrentarse y por el cual debe presentarse ante el más despiadado de los jueces: su propia conciencia. Todo lo que entrevió, oyó, intuyó, sospechó y, sistemáticamente, ignoró supone ahora para este hombre atormentado el peso más grande que tiene que soportar en los últimos años de su vida.

A history of loneliness es una novela dura y despiadada: la Iglesia católica queda despojada de cualquier atisbo de confianza o afecto entre curas y personas, y su trabajo para con los pobres y necesitados cae en el más absoluto de los descréditos. También el retrato que Boyne ofrece de la sociedad irlandesa es lacerante: las relaciones se basan en la coerción y la violencia física, y la imagen de padres que destruyen a sus hijos es recurrente, ya sean los propios padres biológicos o los padres de la iglesia.

La novela de John Boyne, escrita y publicada en 2014 en varios países, no ha sido traducida al español ni, por lo tanto, publicada en España, y de momento no parece que haya ningún proyecto firme para que así sea.

* “Ireland is rotten. Rotten to the core. I’m sorry, but you priests destroyed it.” En el original de Helen Dunmore.
 
 

El último adiós, Kate Morton



Nadie puede negarle a Kate Morton su talento a la hora de ambientar sus libros: la australiana retrata como nadie los últimos esplendores de la aristocracia inglesa, su mundo de convenciones y secretos atravesado por pasiones y desengaños. Morton es capaz de recrear tan brillantemente la Inglaterra del primer tercio del siglo XX que nos parece que nosotros mismos estuvimos allí. Y ésa es su gran baza como escritora de best sellers.


Kate Morton parece haber encontrado la fórmula del éxito en cuanto a narración se refiere y me parece muy respetable por su parte seguir fiel a su ¿infalible? receta: un hecho traumático silenciado en el pasado aflora en el presente y debe, imperativamente, ser resuelto.

Éste es el patrón de Morton en todas sus novelas, desde la primera, La casa de Riverton, hasta esta última, El último adiós (The Lake House).

Pero en todas y cada una de ellas la escritora pincha sistemáticamente en los desenlaces: a medida que la trama avanza, ésta pierde fuerza y se diluye. Y, en el caso de El último adiós, la autora fracasa estrepitosamente y nos ofrece un final absurdo, predecible desde las primeras páginas, pueril y poco creíble.

¿Qué le ha pasado a Kate Morton en esta novela? El inicio de la historia hizo que en mi cabeza empezara a encenderse una luz de alarma: me daba la impresión de que tanto la protagonista como la narración se parecían sospechosamente al inicio de una maravillosa novela de Ian McEwan, Expiación (2001), y mis sospechas se vieron confirmadas al releer ésta. Ya con la mosca detrás de la oreja, avancé en la lectura del relato sólo para comprobar que Morton ya no resuelve con éxito su famosa ecuación y que se estrella clamorosamente al llegar al final.

Tal vez sería hora de que la australiana probara nuevas recetas en sus próximos libros y nos ofreciera algo original y fresco, ya que con El último adiós la escritora, en mi opinión, ha perdido mucho crédito.